Sinsajo (JUEGOS DEL HAMBRE nº 3) (Spanish Edition) by Suzanne Collins

Sinsajo (JUEGOS DEL HAMBRE nº 3) (Spanish Edition) by Suzanne Collins

autor:Suzanne Collins [Collins, Suzanne]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Molino
publicado: 2011-04-01T00:00:00+00:00


15

Las implicaciones de lo que sugiere Gale calan en los de la habitación. En sus caras se ve cómo reacciona cada uno. Las expresiones van del placer a la angustia, de la pena a la satisfacción.

—La mayor parte de los trabajadores son ciudadanos del 2 —dice Beetee en tono neutro.

—¿Y? —pregunta Gale—. Nunca podríamos volver a confiar en ellos.

—Al menos deberíamos darles la oportunidad de rendirse —añade Lyme.

—Bueno, es un lujo que no nos dieron cuando bombardearon el 12, pero imagino que aquí tenéis unas relaciones más amistosas con el Capitolio —replica Gale.

Por la cara de Lyme, temo que le pegue un tiro a mi amigo o, al menos, un puñetazo. Además, seguro que ella, con su entrenamiento, tiene las de ganar. Sin embargo, la rabia de la mujer no hace más que enfurecer a Gale, que grita:

—¡Vimos cómo los niños morían entre las llamas sin poder hacer nada por ellos!

Tengo que cerrar los ojos un momento porque la imagen me estremece. Y logra el efecto deseado: quiero que mueran todos los que están dentro de esa montaña. Estoy a punto de decirlo, pero... también soy una chica del Distrito 12, no el presidente Snow. No puedo evitarlo, no puedo condenar a nadie a la muerte que Gale sugiere.

—Gale —digo tomándolo del brazo e intentando sonar razonable—, el Hueso es una antigua mina. Sería como provocar un accidente gigantesco en una mina de carbón.

Sin duda mis palabras deberían bastar para que alguien del 12 se piense dos veces el plan.

—Pero no tan rápido como el que mató a nuestros padres —me responde él—. ¿Ese es vuestro problema? ¿Que nuestros enemigos tengan unas cuantas horas para reflexionar sobre el hecho de que van a morir, en vez de limitarse a volar en pedazos?

En los viejos tiempos, cuando no éramos más que un par de críos cazando fuera del 12, Gale decía cosas como aquella y peores, pero no eran más que palabras. Aquí, en la práctica, se convierten en hechos sin vuelta atrás.

—No sabes cómo acabaron en el Hueso esas personas del Distrito 2 —le digo—. Puede que los coaccionaran. Puede que los retengan contra su voluntad. Algunos espían para nosotros. ¿También los vas a matar a ellos?

—Sí, sacrificaría a unos cuantos para acabar con los demás —contesta—. Y si yo fuera uno de los espías de dentro diría: «¡Adelante con las avalanchas!».

Sé que dice la verdad, que Gale se sacrificaría así por la causa, nadie lo duda. Quizá todos lo haríamos de ser espías si nos dieran la opción. Supongo que yo lo haría. En todo caso, hay que tener sangre fría para decidir por otros y por las personas que los aman.

—Has dicho que teníamos dos opciones —le dice Boggs—: atraparlos u obligarlos a salir. Yo digo que intentemos provocar la avalancha, pero que dejemos el túnel intacto. La gente de dentro podría escapar a la plaza, y allí los estaríamos esperando.

—Bien armados, espero —replica Gale—. Seguro que ellos lo estarán.

—Bien armados. Los tomaremos prisioneros —asiente Boggs.

—Vamos a informar al 13 —sugiere Beetee—, que la presidenta Coin lo considere.



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